El cine de ficción exhibe ante su audiencia pocas veces el proceso de producción que da forma a su discurso. Bastante más probable es que enrede o borre cuidadosamente las huellas de lo sucedido, para inducir la "voluntaria suspensión de la incredulidad", un acuerdo entre los emisores y destinatarios del discurso, del que dependería cualquier disfrute satisfactorio de una fi cción. Para la industria del cine resulta más productivo elaborar una mitología encubridora del medio, que utilizarlo para denunciar su funcionamiento. La primera actitud predominó durante el medio siglo que se prolongó el sistema de los grandes estudios. La segunda actitud, denunciadora, crítica o simplemente narcisista, se manifestó en el siguiente medio siglo, centrándose algunas veces en aspectos biográfi cos del proceso de producción o en una crítica del sistema de representación del medio.